miércoles, 23 de noviembre de 2011

Cuando la ansiedad se disfraza de responsabilidad

Las preocupaciones constantes y la autoexigencia son claros indicios del trastorno de ansiedad, que se ha convertido en un problema social y cultural. Aunque la genética juega un papel muy importante en esta afección, el estrés contribuye en gran medida a exacerbar los síntomas.

Son cada vez más frecuentes las consultas de personas que experimentan síntomas claramente asociados con lo que los especialistas llamamos trastorno de ansiedad. La mayoría de estas personas son jóvenes que recién se inician en la actividad laboral o que llevan unos pocos años de experiencia. 


Si a esto añadimos los ritmos cada vez más acelerados en los que se vive, la tendencia a sumar trabajos independientes a las actividades estables y la multiplicidad de otras ocupaciones, el trastorno de ansiedad se convierte en un verdadero problema social y cultural.


¿Pero cómo definirlo?  En palabras simples, se trata de un patrón de preocupación y ansiedad frecuente acerca del trabajo, la familia, la salud y otra variedad de situaciones o actividades. Al ser interrogadas, estas personas dicen que son ansiosas desde que tienen memoria. Y aún siendo concientes de que determinada preocupación no tiene sentido, en la mayoría de los casos no pueden controlarla.


Quienes padecen trastornos de ansiedad aparecen ante la consideración de sus amigos o familiares como personas muy responsables. Pero la realidad es que esa responsabilidad suele estar disfrazada de preocupación y autoexigencia innecesarias y totalmente anormales. Estas personas casi no admiten el error y suelen experimentar tristeza y miedo ante algunas circunstancias.


Hay quienes dicen que los trastornos de ansiedad son la epidemia silenciosa del siglo 21. Y más aun: el Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (IMA) publicó en su página web que los últimos estudios estadísticos poblacionales (National Comorbidity Survey-R, USA; 2005) indican que la ansiedad afecta al 29 por ciento de la población.

Si bien es más frecuente en mujeres que en hombres, el trastorno de ansiedad prácticamente no reconoce edades, aunque se hace visible y comienza a preocupar durante la adolescencia y la juventud. Además, aunque la genética juega un papel muy importante en esta afección, el estrés contribuye en gran medida a exacerbar los síntomas.


En estadios más avanzados, el trastorno de ansiedad también provoca dificultad para concentrarse, fatiga, irritabilidad, insomnio, sueño insatisfactorio e inquietud.
Y más aún, la ansiedad genera muchas consecuencias físicas, algo que casi todos los pacientes manifiestan. Es el caso de tensión muscular, fuertes dolores de cabeza, problemas estomacales, náuseas y diarrea.


Siempre hay tiempo para tratarlo
No poder descansar ni disfrutar los momentos de distensión y pensar durante todo el día en las obligaciones, es absolutamente desagradable y genera un daño muy importante al organismo.


Por eso, es necesario asumir el trastorno de ansiedad y disponerse a tratarlo. En este sentido, estas personas deben someterse, en la mayoría de los casos, a un proceso terapéutico, llamado cognitivo conductista, cuyo objetivo es adquirir herramientas para desempeñarse correctamente durante la vida diaria y aprender a discernir cuándo es necesario preocuparse por algo y cuándo no. La terapia también ayudará a que la persona organice sus tiempos y establezca los momentos de descanso, y colaborará en el control del estrés y los pensamientos negativos. 


En algunos casos también será necesario acompañar este tratamiento con medicamentos.


Por último, es importante mencionar la importancia de llevar adelante un  estilo de vida saludable que incluya ejercicio, descanso suficiente y buena nutrición.



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